sábado, 13 de agosto de 2011

La manipulación mediática. (Cap. II)

Ahora, casi cuatro años después de la oficialización de la crisis y dada su profundidad, a algunos tertulianos “se les escapa”, en algunos medios algo menos estigmatizados, que solo puede encontrarse parangón a esta crisis en la Gran Depresión de los 30 por sus similares características y su grado de amplitud. Pero solo se trata esto de forma muy esporádica y, al menor intento de profundizar en el tema, enseguida ya se encargará alguien de desviar la atención con otras cuestiones que habrán de resultar mucho más “rentables” para otros intereses. Así se ha ido transmitiendo a la ciudadanía, errónea e interesadamente, el carácter meramente provisional de la crisis, con un exitoso calado entre la misma. Como si se tratara de un problema efímero como ha ocurrido en otras muchas situaciones de crisis en la última parte del siglo XX, durante las décadas de los 70, 80 y 90. El objetivo no es otro que hacer creer a la gran masa social que es preciso asumir medidas muy duras para el común de la ciudadanía para poder salir de tan manida crisis, por lo que como se trata de un problema pasajero, esforzándonos y con el sacrificio de todos, en un pequeño lapso de tiempo volveremos a la senda del crecimiento y el bienestar. Así lo que se pretende ocultar es lo que la realidad empírica demuestra que, aplicándose a la crisis en todo el mundo las mismas recetas que la provocaron como se está haciendo hasta ahora, está trayendo como consecuencia el ahondamiento de esta.

 ¿Cuáles son entonces los fines de todo este intento de mediatización de los ciudadanos en el medio y largo plazo? La respuesta, si la razonamos con libertad, intuición, perspectiva y algo de conocimientos, no es excesivamente difícil. Basta solo con imaginar quienes serían los grandes beneficiados en el caso de que “de forma imperativa y obligatoria por su insostenibilidad”  -que es la idea que se pretende imponer-, se privatizaran en todo o en parte la sanidad, las pensiones, la enseñanza, el uso de las infraestructuras y un largo etcétera de servicios públicos…  La conclusión es evidente:  ¡¡las empresas privadas que acometieran esos servicios!! El único sostén posible de esa insostenibilidad –valga la redundancia-, se explica y justifica desde la parte interesada invitando a dichos ciudadanos a que si quieren la continuación del estado del bienestar habrá que aumentarles los impuestos lo que, con la debida acentuación a través de tertulias en cadenas de radio y televisión, resultará inadmisible para los ciudadanos. Sin embargo y en pos del objetivo marcado, el desmantelamiento –en más o menos plazo-, del estado del bienestar, estas tertulias nunca mencionan que bastaría con aumentar y recaudar de forma debida los impuestos a las clases altas y las grandes empresas, que son las que proporcionalmente y en muchos casos de forma efectiva menos tributan al Estado, para sostener la viabilidad del mismo.

Pongamos como ejemplo de permisividad fiscal en España el caso de la compañía ExxonMobil Spain, filial del gigante americano ExxonMobil, que obtuvo durante los dos últimos ejercicios casi 10.000 millones de euros de beneficio neto, con un solo empleado, sin ejercer la más mínima actividad, por los que no pago ni un solo euro de impuestos y de forma absolutamente legal. El motivo de esto es que tanto España como los países de su entorno permiten a estas grandes compañías que utilicen a estos como auténticos paraísos fiscales conforme a las leyes vigentes confeccionadas al dictado de las mismas. Si este sería un caso, por muy exagerado que parezca, tanto o peor es el de los clubes de fútbol profesionales españoles que vulneran continuamente las leyes ante la pasividad de las autoridades. Como caso más relevante por la popularidad de los implicados, hay que resaltar los del R. Madrid y F.C. Barcelona cuya deuda en conjunto con la hacienda pública supera ya los 1.300 millones de euros y otro abultado montante, aunque desconocido por razones legales, con la Seguridad Social y sin que se produzca ninguna intervención al respecto, máxime cuando sus  asalariados, los futbolistas, perciben sueldos millonarios. Pero estos son temas tabús para nuestros tertulianos.

Sin embargo, cuando “accidentalmente” a alguien se le ocurre pedir ese aumento de la carga  impositiva sobre las clases más altas o sencillamente se actúe conforme al derecho establecido, enseguida se le reprocha que tal tratamiento sería injusto por cuánto son estas clases altas las encargadas de crear puestos de trabajo y generar riqueza para el país. Lo que, nuevamente de forma empírica ha quedado demostrado que es completamente falso ya que durante las últimas décadas lo que hemos contemplado es el desmantelamiento de la industria nacional en pos de su deslocalización hacia países subdesarrollados con ínfimos costes laborales y a la sustitución de la economía productiva por la especulativa. Lo que ha constituido un ejercicio común de las rentas más altas en todos los países desarrollados.

Con respecto a la cuestión de las tertulias, por regla general, cuando lo que se pretende es dirigir la opinión del espectador hacia un sentido concreto lo más fácil es que, la mayor parte de los tertulianos que sirven a esa causa sean mayoría en el debate y queden en franca minoría o ni tan siquiera cuenten con su presencia los que representen las tesis contrarias. Además, el papel del moderador resulta siempre harto importante ya que el planteamiento de sus preguntas y los temas a desarrollar pueden ser inducidos de tal manera que ya encaminen la opinión del espectador hacia el lado que más interese. Por ejemplo, en el caso del 15M si las imágenes que parecen ilustrar al mismo, en un contexto aparentemente natural, solo contienen o repiten asiduamente la imagen de personas con aspecto desvergonzado, podremos llegar al convencimiento que este movimiento solo lo integrarán excluidos de la sociedad –de ahí el apelativo de “perro-flautas”-. Obviando así que la mayor parte de sus integrantes son universitarios y licenciados. Si además, ante el clamor de sus reivindicaciones, estas se presentan como ingenuidades irrealizables o como axiomas propios de regímenes dictatoriales, aunque nada tengan que ver con los mismos, aderezados con una fingida indignación manifiesta de los mismos tertulianos con respecto a los verdaderos indignados, predispondrá a gran parte de esos mismos espectadores en contra del Movimiento. Por mucho que las encuestas digan que casi el 80 % de la población simpatiza con la mayoría de sus tesis.

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