martes, 9 de agosto de 2011

Que no, que no voy a hablar del Papa

En absoluto, yo no voy a hablar del Papa.
Ni voy a hablar de los dineros del Papa, el Vaticano y la Iglesia –la institución, no la comunidad de creyentes-.
Ni voy a hablar de las cruzadas, las guerras de religión, los estados pontificios ni por andar tan lejos, de los numerosos delitos ahora descubiertos y omitidos por la nunciatura o de su persecución a los sacerdotes que han seguido la Teología de la Liberación por su compromiso con los pobres y su alejamiento de la suntuosidad vaticana.
Ni de su colaboracionismo con regímenes criminales a lo largo del siglo XX, en diferentes parajes de Europa sin ir más lejos.
Tampoco voy a hablar de los dineros y bienes de la iglesia –la institución, insisto-, del desconocimiento de su patrimonio, de las inmatriculaciones, de los tributos que no pagan, de las aportaciones que reciben del estado, de sus privilegios con respecto a otras confesiones.
No es ahora el momento para hablar del oscurantismo de sus acciones y participaciones en empresas, instituciones financieros, bancos, medios de comunicación, etc.
Ni de la continua ostentación que la jerarquía hace de su poder temporal ante su iglesia –ahora sí, la comunidad de creyentes-.
Tampoco de como esa misma jerarquía, poco o nada tiene que ver con lo que Jesús predicó hace dos mil años. Ni como, ese mismo Jesús si regresara al templo, volvería a echarlos del mismo viéndolos convertidos en nuevos mercaderes del poder y el dinero.

Tampoco voy a decir nada de todos esos centenares, miles de monjas, sacerdotes y quienes colaboran desinteresadamente hombro con hombro junto a ellos, que realizan una labor tan extraordinaria ayudando a los que tienen necesidades, aportando todo su saber, todo su amor y todo su cariño a cuantos lo precisan. Sin hacer ruido a diario, solo cuando estallan de rabia al ver como se alejan de su propia doctrina aquellos que tienen el más alto deber de representarla.

Yo solo voy a preguntarme dos cosas en voz alta:
1º. ¿Darían el mismo número de facilidades las administraciones públicas españolas a los organizadores y participantes de las próximas Jornadas de la Juventud en Madrid, si en vez de tratarse de católicos se tratara de miembros de cualquier otra confesión religiosa?
2º. ¿Y si los convocantes fueran los indignados de toda Europa que promovieran unas jornadas en la capital de España para hacer ver al mundo como la avaricia, la codicia, la lujuria del poder, el despilfarro y la absoluta incompetencia de la clase política ha arrastrado al mundo a la mayor crisis social y económica conocida desde la Gran Depresión?

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