lunes, 26 de septiembre de 2011

La ruina de la austeridad

Paul Krugman el magnifico divulgador y Nobel de Economía 2008, en su artículo “La sangría” que publica El País del pasado domingo, nos recuerda una vez más como las políticas de austeridad que se están llevando a cabo en Europa y que se vaticinan van a seguir perpetuándose en el corto y medio plazo están resultando un auténtico desastre para retomar la vía del crecimiento. Es decir para generar empleo, consumo interno y por consiguiente riqueza para todos.

Desde el inicio de la crisis, en la segunda mitad de 2007, y su ratificación con la caída de Lehman Brothers en Septiembre de 2008, los diferentes gobiernos europeos no han sabido entender la raíz del problema y las consecuencias de esto han sido tan negativas para las diferentes economías europeas que no solo han situado al borde del colapso a Europa sino que pueden arrastrar tras de si a los cinco continentes dado el peso de la UE en la esfera mundial. Si a esto añadimos la falta de unidad política y de criterio para afrontar el envite, el resultado nos llevará a esta nueva Gran Recesión que amenaza con hundir por bastantes años los recursos de numerosos países y conminar a sus ciudadanos con el drama del desempleo a unos plazos y niveles insostenibles.

El caso de España es un ejemplo más que significativo. Sin duda, el mayor error del Presidente Zapatero fue no pinchar la Burbuja Inmobiliaria inmediatamente tras su llegada a La Moncloa en 2004. Un fenómeno de orden mundial que en España se había cebado especialmente desde finales del siglo XX fruto de las políticas neoliberales que empujaron a la población, a través de la facilidad crediticia, a una ficción ilusoria basada en la obsesión por el patrimonio, la acumulación inusitada de bienes de consumo e incluso en prácticas especulativas de cualquier orden. Todo ello en beneficio de la industria y la banca aunque esta última encontrara, finalmente en esa misma estulticia, la causa de los males que hoy le acucian.

Sin embargo, tanto en España como en el resto de los países de la eurozona, en vez de estimular el consumo interno generando inversión pública para la creación de empleo digno, elaborar una profunda reforma fiscal basada en la progresividad, la eficiencia recaudatoria, un efectivo control del gasto, la persecución de los paraísos fiscales y el control sobre el flujo de capitales, la aplicación de medidas para una correcta interpretación de la globalización en cuanto a las exportaciones, importaciones y la deslocalización de la industria, entre otras muchas imperiosas correcciones, se han dedicado a adoptar medidas de austeridad a través de recortes y más recortes que afectan directamente a la población y en, cualquier caso, a maximizar las mismas políticas, vigentes desde la década de los 90, que han empujado al mundo a esta situación.

La justificación a tamaño disparate y que es difundida una y otra vez por toda la poderosa industria mediática -en aras del interés de los grandes capitales que representan-, para dar crédito a ese modus operandi, se basa en el embelesamiento por dicha época de bonanza que inundó  al continente tras el arranque del nuevo siglo y la necesidad de unos reajustes del modelo, que “exigirá ciertos sacrificios”, para recobrar en un breve plazo las bondades del mismo. Sin embargo, ya han pasado 4 años desde el inicio del desastre y tanto lo acontecido desde entonces como el futuro más previsible, demuestra que todas la afirmaciones que se han venido vertiendo desde un primer momento por las élites del poder han resultado una auténtica falacia a tenor de dichos acontecimientos. Los mismos argumentos esgrimidos en España por el gobierno y el Partido Popular y CiU en las CC.AA. donde gobiernan y que con tanto ahínco están revirtiendo en sus prácticas.

De no producirse un cambio de rumbo –el gobierno y la reserva federal de los EE.UU. está en el intento, aunque difícilmente podrán superar la barrera republicana, y hasta el FMI, el altar de la ortodoxia liberal, empieza a darse cuenta de ello-, la posibilidad de regeneración será casi imposible en décadas, consecuencia de la destrucción masiva de empleo y la falta de necesidad del mismo. La historia demostró con la Gran Depresión de los 30 y los acontecimientos previos a la 2ª. Guerra Mundial en Europa hasta donde podían ser fallidas estas mismas políticas… ¿estamos dispuestos, otra vez, a seguir arriesgando en ello?

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