viernes, 16 de septiembre de 2011

Monago, el grano de Rajoy y el Impuesto sobre el Patrimonio.

M. Rajoy y J.A. Monago
Dicen quienes le conocen que J. A. Monago, el nuevo Presidente de la Junta de Extremadura, siempre tuvo ambiciones políticas.  E incluso alguno se atreve a decir que cerradas las puertas del PSOE encontró acomodo en las del PP. Lo cierto que, al menos, en política económica no dista mucho la diferencia por lo que tal pretensión no resulta del todo descabellada.

Y tanto es así que parece que el Sr. Monago va a ser todo “un grano en el culo” para el previsible futuro presidente del gobierno, Mariano Rajoy y, si cabe hasta va a sobrepasar al legendario alcalde de Madrid, A. Ruíz Gallardón en estos menesteres. Si ya ha estado dispuesto a pactar con el diablo –al menos eso es lo que pensarán de IU en el PP-, para poder gobernar en Extremadura, ahora para colmo se descuelga de las pautas de su partido y se apunta a la recuperación del impuesto sobre el patrimonio que hoy ha aprobado el gobierno Zapatero –aunque con discrepancias en su modelo distributivo-.  Al margen de las despectivas declaraciones habituales de la oposición pepista al respecto, peor aún cuando de subir impuestos a las clases altas se trata, la bonificación completa –que no desaparición-, de este gravamen fue una de las numerosas torpezas cometidas por este gobierno ya que no perjudicaba a nadie y, mucho o poco, podía beneficiar a otros. No perjudicaba a nadie y menos lo va a hacer ahora que el escalón para su tributo es mucho más alto, disminuyendo sensiblemente el número de declarantes, ya que la cantidad resulta de la carga era absolutamente despreciable para el causante. Y esto es una realidad empírica que puede cotejarse con cualquier experto fiscal de confianza que se precie, en base a los resultados de las declaraciones que se presentaban en su día, que por muy pequeña que fueran, en cualquier caso, constituían una aportación más al fondo común del que deberían beneficiarse los más necesitados.

Los demás comentarios y elucubraciones al respecto no son más fruto que el resultado del interés de una clase alta y dominante en la escena político-económica actual que, como venimos viendo desde el inicio de la crisis, solo atiende a su egoísmo personal al margen de cualquier consideración por conceptos tales como solidaridad o bien común. De hecho el principal argumento contra la subida de impuestos a las clases altas –que tan hondo calado ha conseguido su poderosa industria mediática en una parte importante de la ciudadanía-, que se basa en el perjuicio que ello conlleva para la inversión y la creación de empleo es absolutamente insostenible por cuanto España es el país de la eurozona donde los ricos menos pagan –los pocos que lo hacen-, donde, además, más se le han rebajado sus cargas tributarias  durante las últimas décadas en detrimento a las rentas medias y bajas y, sin embargo, cuenta con un problema endémico con el desempleo que se ha desbocado hasta situarse a la cabeza de la U.E. Si ese razonamiento tuviera algún viso de certeza España, por el contrario, sería la campeona europea del trabajo y el empleo mientras que el paro sería solo el bastión de los desheredados.

Y por último, en el colmo del dislate, se ha llegado afirmar que este impuesto sobre el patrimonio va a perjudicar a los ahorradores de la clase media. Pero ¿no habíamos quedado que el 92 % de la población española lo forma su clase media? Pero bueno, eso… será ya otra historia.  

2 comentarios:

  1. Hay que modificar la forma de seleccinar a las personas que -dicen- nos van a representar. Hasta ahora nos representan ambiciosos y personas que no han encontrado otro oficio (personalmente conozco a más de uno).
    Un saludo

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  2. El PP es un partido claramente "presidencialista" y en el PSOE, a pesar de que pretenden hacer uso de un procedimiento de "Primarias", la realidad es que este dista mucho de ser claro, objetivo y transparente. De hecho, parece ser, que ahora se presentaron varios candidatos con Rubalcaba y "de la noche a la mañana" desaparecieron. Creo que deben estar controlados o sujetos por lobbys de presión y deberán ser las bases las que se levanten contra esto. Después habrá que modificar o crear leyes que exijan a los partidos una democracia interna real.

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