miércoles, 12 de octubre de 2011

Monago, sus amigos y la complacencia de su electorado

Que una buena parte de los valores de la socialdemocracia han sido traicionado por los principales partidos socialdemócratas europeos durante los últimos años, reconvertidos por diferentes “vías” a eso que podríamos llamar socio-liberalismo, es de una objetividad aplastante. Que en consecuencia de las ilusiones y deseos de la mayor parte de la población europea, a tenor de las encuestas de la UE, que se manifiesta a favor de la justicia social, la enseñanza pública, un sistema sanitario universal, la seguridad social, el seguro de desempleo, salarios dignos, la progresividad fiscal o el convencimiento pleno de que los ricos de hoy son cada vez más ricos en buena parte gracias a que cada vez hay más pobres –entres otras similares aseveraciones-, que, en definitiva, son los postulados por los que ha de regirse la socialdemocracia, en su actitud como electores y en su justo ejercicio crítico se manifiesten castigando en los diferentes procesos electores a los partidos políticos que les sirvieron de referencia, a través de la abstención, el voto en blanco o eligiendo otras formaciones minoritarias es algo absolutamente lógico y se encuentra dentro del pleno derecho.

 Por otra parte, lo que resulta cuanto menos sorprendente, es que los votantes de la doctrina neoliberal que ha dominado el mundo desarrollado en los últimas décadas y lo ha conducido a la situación tan dramática como la que se encuentra actualmente, se mantengan con un grado de incondicional fidelidad ante las opciones políticas defensoras de la misma que basan su modelo económico y social en la desregularización de todos los sectores de la industria, las finanzas y el comercio, la reducción salarial y la merma de las condiciones laborales, la privatización de los servicios públicos, las rebajas y permisividad fiscal con las grandes fortunas, etc., encubiertas todas ellas bajo expresiones  como libertad empresarial y competitividad, flexibilidad laboral, reducción del gasto público o ayudas a la creación de empleo.

De ahí que tengamos ahora que plantearnos la siguiente pregunta: ¿Por qué ante la evidencia de toda clase de tropelías cometidas por políticos de uno u otro color, los electores de izquierdas reflejan su disconformidad ante las actuaciones de sus partidos afines repudiándoles en las urnas, mientras que los simpatizantes de la derecha aceptan las mismas, incluso no solo resignadamente, manteniéndose firmes en su voto en las convocatorias electorales? 

En España este es un dato irrefutable que la empírica lleva demostrando en los diferentes procesos electorales desde la consolidación de la horda neoliberal a mediados de los 90 y que con su conversión a la misma ha provocado el hundimiento del Presidente Zapatero y por lo general del PSOE en todo el país, mientras que sigue encandilando a todo el electorado conservador a pesar de la creación y desarrollo de la burbuja inmobiliaria por parte del gobierno Aznar, el fraude de la guerra de Irak con centenares de miles de víctimas y todos los casos de corrupción y despilfarro que se han desatado en muchas de las CC.AA. y ayuntamientos que gobierna el PP desde hace años. Pero, en cualquier caso, este será otro tema que habrá que analizar más detenidamente en otro momento.

Dicho todo esto, resulta cuanto menos vergonzoso que el argumento utilizado tanto por las principales espadas del PP en la Junta de Extremadura como por sus seguidores, ante el dislate de la inmediata oleada de colocaciones a sus hermanos, primos, cuñados, tíos y sobrinos, mediante la práctica del enchufismo en todos los niveles del organigrama autonómico y nada más su llegada al poder, haya sido que sus predecesores venían actuando del mismo modo desde hace años, además de otra serie de vaguedades como las del chofer de confianza, por no referir otro tipo de ocurrencias.

Lo que no parecen recordar sus afanados defensores es que, no desde hace años, sino casi desde el principio de los tiempos el partido socialista extremeño ha sido ferozmente increpado desde la bancada conservadora con todo tipo de abruptos y desmanes –por cierto que, al contrario de lo ocurrido en otras administraciones gobernadas por el PSOE, salvo pequeños casos aislados no se han abierto grandes procedimientos por corrupción en Extremadura, después de tantos años de gobernanza y sin que esto sirva de atenuante-, por estas mismas cuestiones. Con lo cual parece todavía más escandaloso que los tantas veces increpantes a estos respectos hayan actuado de idéntica forma o si cabe hasta esgrimiendo ciertas dosis de arrogancia y fanfarria.

El lema de que “estos políticos no nos representan” como argumentan una y otra vez los millones de indignados que se despliegan ya por todo occidente cobran cada vez más fuerza ante toda esta serie infinita de despropósitos que la clase política viene ofreciendo a la ciudadanía desde hace años sin que se aprecie el menor atisbo de solvencia y humanidad por parte de la misma. Dicho esto último como si, una vez alcanzado el poder se encumbraran en sus atalayas desde donde divisan y gobiernan al pueblo por encima del bien y del mal.

En lo relativo a lo que nos concierne ahora ¿acaso no hubiera sido deseable que, hace ya muchos años, la propia clase política hubiera establecido una serie de normas que mediante claridad, transparencia y absoluta naturalidad ejerciera un control sobre este tipo de enchufismo tan desairado sin por ello impedir que familiares de cargos políticos puedan tener el mismo derecho que cualquier otro ciudadano a formar parte de la administración pública? Y no quedar todo reducido a, como ocurrirá en breve, a un cruce de acusaciones, si cabe con cariz hasta barriobajero, entre las diferentes formaciones políticas en el foro para que fueron designados por el común de los ciudadanos.

Otro motivo más para mostrar nuestro rechazo público a esta infame clase política el próximo 15 de Octubre, en todas las avenidas, plazas y calles de las principales ciudades del mundo.

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