viernes, 25 de noviembre de 2011

Vehemencia merkeliana u ¿orweliana?

De mal en peor. Esa es la realidad inequívoca de lo que viene ocurriendo desde hace ya más de 4 años, con el estallido de las hipotecas subprime en EE.UU. En Europa tres países soberanos intervenidos, dos gobiernos elegidos democráticamente derrocados por los mercados y sustituidos por tecnócratas que ocupaban altos cargos en instituciones corresponsables de la crisis, teledirigidos desde Bruselas, Berlín o a saber. Más de 20 gobiernos castigados en las urnas sin que sus relevos hayan aportado mejoría alguna, la crisis de la deuda –pública y privada-, que ahoga cada vez más las economía de las naciones, las bolsas que continúan su bajada inexorable, el desempleo que aumenta sin cesar, millones de familias arruinadas, derechos sociales que se pierden paulatina y progresivamente y entre toda esta lista de tragedias un futuro aterrador para los años inminentes.

Y ante esta coyuntura, absoluta y objetivamente irrefutable, la comunidad internacional, la UE, el BCE, el FMI y todo ese conglomerado de siglas que nos han venido a ver de más que dudosa fiabilidad y legitimidad democrática y como no, el actual gobierno de España en funciones y su futuro recambio con similares perspectivas vistos sus antecedentes, siguen erre que erre con las mismas políticas que condujeron a esta dramática situación. Los resultados a la vista: hacer todavía más ricos a los que han llevado al mundo a la ruina y conducir al pueblo a la desventura.

Para más escarnio dichos responsables, altos ejecutivos y directivos de primera con sueldos millonarios, así como toda esta raza de politiquillos de tres al cuarto que nos ha tocado padecer, se afanan día a día en advertirnos que no pagar el médico, que tener derecho a un salario y una pensión digna, que poder llevar a nuestros hijos a unas guarderías, colegios, institutos y universidades públicas de calidad es un derroche. Que el transporte público es un privilegio, como lo es el uso de la justicia, de la cultura y en general de todos los servicios públicos. Vamos que es un insulto para ellos y sus mercaderes  del dinero que el pueblo coma tres veces al día cuando con una debería ser suficiente.

La Sra. Merkel, máxima exponente de toda esta locura en el continente no encuentra oposición alguna a sus alegatos apareciendo el resto de sus contertulios como meras comparsas. Ni siquiera los hijos de la Francia pueden hacerle frente. ¿Cuántas naciones, cuantos pueblos nos dijeron que formaban la UE? Solo escuchamos arengas en alemán  en todos los foros europeos, mientras en la mayoría de sus otras lenguas solo se nos detallan sus miserias.    

¿Realmente podemos seguir creyendo que todo esto responde a un contexto de crisis insospechada? ¿O quizá es hora de que empecemos a creer que tal crisis tiene mucho de inventada y lo que estamos presenciando es el desmantelamiento del Estado del Bienestar, la democracia y la libertad?

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