jueves, 1 de diciembre de 2011

La monarquía y la familia real

Nunca he sido monárquico, no ya por la fastuosidad de la monarquía, lo que todavía pueda tener de feudal o los gastos inherentes a su mantenimiento, si no que realmente nunca podré asumir que una persona “tocada por la mano divina”, pueda ser el jefe del Estado sin haber sido elegido por el pueblo, solo por ser el hijo, nieto o biznieto de su padre, abuelo o bisabuelo.

Esto no es óbice para que, en un momento dado como tantos otros españoles, haya aceptado, aunque fuera a regañadientes, que la historia hubiera convenido en lo que acabamos llamando “juancarlismo”. La Transición, como pudimos ir comprobando al cabo de los años, no fue tan modélica como se nos presentó en su día pero, también, no es menos cierto que de no haber transigido en determinadas cosas ni los militares ni la plutocracia afecta al régimen hubiesen permitido nunca el advenimiento de la democracia.

La familia real, en ese mundo casi de opereta, ha ido multiplicándose y de qué forma, siendo la prensa amarillista la que ha ido prestando más atención a las interioridades de la misma, mientras que la llamada prensa formal siempre ha intentado soslayar sus deslices y, de algún modo, parece haber pretendido fortalecer a lo largo de los años, su presencia en todos los ámbitos de la sociedad española. Pero lo que en un principio fueron deslices se han ido traduciendo en escándalos y el de la pareja Urdangarín-Cristina está alcanzando cotas que, en otro tiempo, nos hubieran parecido inimaginables. Tanto como la sensación de sorpresa que tuvo que tener el monarca cuando conociera las millonarias propiedades adquiridas por la menor de sus hijas. 

La historia reciente, a través de los dos últimos siglos, viene a manifestarnos que España no es un país explícitamente monárquico. Y tal como decíamos al principio de este artículo la población española aceptó la restauración de la monarquía tras la muerte del general Franco casi obligada por las circunstancias y a pesar incluso del carácter tutelar que había ejercido el régimen con el futuro rey Juan Carlos. El que después haya mantenido una trayectoria correcta e incluso relevante –particularmente durante el golpe del 23-F-, no puede ser óbice permanente para seguir manteniendo a toda costa una institución que cada día hace aguas por más partes.

Probablemente, dadas las circunstancias actuales, no sea el momento más adecuado para hacerse planteamientos de este tipo –donde por cierto, una vez más la familia real parece alejada del pueblo mientras calla ante el mismo a pesar de las dramáticas circunstancias que se están viviendo-, pero no es menos cierto que tras más de tres décadas de monarquía tampoco se ha puesto interés alguno en ello por parte de los principales responsables políticos españoles. A pesar de su aparente negativa al respecto –quizá preocupado por esto mismo-, no ha de faltar mucho para que el rey Juan Carlos ceda la corona a su hijo, presumiblemente Felipe VI, y debería ser entonces cuando la sociedad española se replanteara este modelo de estado.

En España el franquismo laboró, muy interesadamente en el pueblo, la idea de que la república y el comunismo totalitarista soviético eran la misma cosa y, aún hoy en día, mucha gente es incapaz de discernir las inequívocas diferencias entre el concepto de “comunismo”, una ideología política, con el de república, un modelo de estado. Tanto es así que no es difícil tener que recurrir para explicar tal diferencia a ejemplos como el de la Rep. Italiana, la Rep. Francesa, la Rep. Alemana o, incluso, a los Estados Unidos de América. Por otra parte, es inevitable, conforme la familia real vaya creciendo que habrán de producirse sucesos que pondrán cada vez más en duda la honorabilidad de la monarquía, o al menos de parte de su clase, pero que en cualquier caso redundará en perjuicio de la misma. Debería darse esta la oportunidad de dar un paso al frente, cuestionarse a sí misa y ceder, de forma definitiva, todo el rol que se le adjudicó en su día al pueblo. De no ser así, será el pueblo quien acabará poniendo cada vez más en duda los valores de la familia real y el concepto mismo de monarquía por lo que sería bueno que, por motu proprio, fuera cediendo su protagonismo en aras de evitar situaciones desagradables en nuestra historia más reciente, como su inhabilitación obligatoria en el caso de Alfonso XIII.

4 comentarios:

  1. En definitiva, estaría muy bien volver a la República, la tercera.

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  2. Solo quiero recordar que la II República también tuvo sus sombras, (por ejemplo el caso de Casas Viejas). No obstante, me apunto a la III República federal ibérica.
    Salud!!!

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  3. Cierto Miguel y, al día de hoy, de hecho sin darse circunstancias tan trágicas como la que refieres el modelo republicano también tiene sus imperfecciones. Pero, que duda cabe, que en el siglo XXI todavía dependamos de un arbol genealógico de sangre azul... Gracias po tus comentarios. Saludos

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