miércoles, 28 de marzo de 2012

La huelga general

Nunca he sido fiel devoto del movimiento sindical español desde el regreso de la democracia. Es más, he sido abiertamente crítico para con el mismo, no por su esencia en la que creo firmemente además de ser seguro que de no haber existido, los derechos de los trabajadores quedarían restringidos a la papelera, pero no he podido resistir esa actitud crítica con muchas personas –sería de necios meter también a todas en el mismo saco-, que se han valido estrictamente de los sindicatos para buscarse un puesto de trabajo o escabullirse  del que tuviera pero, en cualquier caso, lejos del altruismo que debería imperar este ejercicio. Eso no es óbice para exigir una justa remuneración, en directa proporción al grado de dedicación que se tenga pero, desgraciadamente, muchos de los que se han apuntado al carro han estado muy lejos de defender los intereses de los trabajadores, más allá de los de uno mismo y sin que, a quienes les corresponda, hayan puesto coto a ello. Esta percepción negativa hacia los sindicatos en una parte importante de la sociedad ha sido y sigue siendo hábilmente utilizada por la clase política para usarla en su propio beneficio, que es el caso en que nos encontramos ahora con esa campaña de desprestigio  de los sindicatos españoles que tan sibilinamente viene haciendo el gobierno y sus medios afines, al objeto de minimizar las presumibles reacciones de los mismos ante toda las medidas que puedan darse en detrimento de la clase trabajadora.

En lo que a mí me toca y a pesar de mis reticencias hacia “estos sindicatos”, creo que voy a apoyar y me voy a solidarizar con esta huelga, aunque solo sea por una razón: evitar esa suerte del “divide y vencerás” que es lo que la clase dominante pretende a través de su brazo ejecutor, el gobierno de marras, para seguir actuando con la mayor impunidad. La sociedad española, como el resto de la población europea, está atravesando un momento que puede resultar clave en la historia  ya que parece que estamos presenciando el cambio de un modelo de sociedad basado en la democracia y la libertad a otro basado en la autocracia del poder económico y financiero. Quizá, a la vista de la actitud de quienes tienen la responsabilidad de gobernar en todo el ámbito europeo, estemos asistiendo del mismo modo al fin de esa idea de solidaridad y bien común que alumbró tras la Segunda Guerra Mundial para evitar que pudieran darse situaciones como las que dieron lugar a esta y que ahora parece haberse perdido casi definitivamente para acabar dando paso a un régimen donde esa reducida clase dominante establezca una dictadura partidista y minoritaria respaldada por su abrumador acaparamiento de la riqueza de las naciones. Puede que estemos a las puertas del triunfo en la escena europea de ese 1 % de la población que controla más recursos que el 99 % restante.

Por otra parte, una reforma laboral que va a favorecer, según el propio gobierno, el despido inminente de más de 600.000 personas, solo en los próximos meses pero que, a pesar de ello y según también el mismo, será la herramienta que en un futuro desconocido e incierto facilite la creación de millones de puestos de trabajo, sin ningún dato empírico que lo sostenga o avale –más aún todo lo contrario como sí que demuestra la reciente historia del siglo XX-, es decir apoyada solo en la fe de quienes dicen respaldarla, no puede ser considerada otra cosa que un soberano despropósito que va a llevar a la ruina a otros tantos millones de personas. Decir que este nuevo modelo de condiciones laborales es asimilable al que rige en la mayoría de los países de nuestro entorno que con unos costes en los productos básicos similares a los existentes en el nuestro duplican el nivel de renta básica de sus ciudadanos con respecto al denominado salario mínimo en España, situando a este país a la cola de la calidad de vida de la denominada zona euro según los datos de la propia U.E.,  es una falacia tal que no puede sostenerse en modo alguno.

En definitiva, el próximo día 29, desde todos los frentes es necesario hacer saber a los que gobiernan que hay muchas, muchísimas personas en este país que no admitimos este modelo de sociedad impuesto por una reducida élite de personas a costa del sufrimiento de la inmensa mayoría. Por último y ahora que tanto se habla de sacrificios, es muy fácil decidir la jornada laboral y la remuneración de los asalariados pero… ¿quién pone coto a los beneficios de los grandes empresarios?

6 comentarios:

  1. Has acertado simultáneamente en varias dianas. En efecto, por un lado están los que se aprovechan de los sindicatos para no dar palo al agua o conchabarse con el poder, dejando de lado la labor y los principios que se le presuponen a un defensor de los trabajadores.

    Luego está el asunto de la huelga, que mucho me temo no servirá para mucho, más allá de demostrar que aunque toda una sociedad esté en contra de las medidas de un gobierno, este es intocable y seguirá en sus trece pase lo que pase. A veces, todo lo que ocurre es un acto de esa tan común referencia mía a las obras de teatro.

    Parece evidente que el poder financiero lleva las de ganar y se impondrá incontestablemente sobre un población educada en el consumo y desprovista de capacidad crítica. El miedo al hambre, al frío y a la inseguridad, condicionan al eslabón más débil de la cadena. Los grandes empresarios, repatingados en sus tronos de oro, cuentan sus billetes.

    Aquí hay un problema, un conflicto y un absurdo. Algo lógico, viniendo de una especie conflictiva y absurda.

    Un saludo.

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  2. Excelente articulo y comentario pero yo mañana voy al trabajo, sinceramente los sindicatos son ajenos a soluciones y los politicos no van apearse del carro bruselas el fmi y los bancos siguen mandando.
    Asi que con este panorama y viendo la falta de trabajo voy a ganarme el pan aunque solo sea estar.

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  3. Gracias por vuestros comentarios, realmente acertados y brillantes. Y, desgraciadametne, veo que ambos tenéis toda la razón. De hecho Mar, casi con seguridad, hoy también vamos a trabajar porque todas las tiendas alrededor nuestra lo van a hacer y no creáis que no es que estén de acuerdo con nosotros, es que para la mayoría "el horno no está para bollos" y en segundo lugar la imagen de los sindicatos en España -desconozco como lo será en otras partes-, es realmente paupérrima.

    No sé, quizas las manifestaciones pudieran ser más efectivas y prácticas, fuera del horario laboral y cada vez con mayor frecuencia. Además me consta que muchos asalariados están siendo intimidados por las empresas y con la actual reforma laboral tienen sumamente fácil mandárlos "a la calle".

    En fin, veremos, pero sigo insistiendo en lo mismo. En estos días un buen amigo, reticiente en todas estas cosas, se ha quedado sorprendido cundo ha leido algunos artículos míos -sin ánimo de pedantería, por favor-, y se ha dado cuenta de que las cosas no son como las pintan desde el poder y los grandes medios de comunicación. Es una labor lenta pero mientras la gente no sepa la verdad...

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  4. Empiezo diciendo que, como vosotros, creo que los sindicatos nunca han actuado como debían, pero pienso que no se trata de protestar contra los sindicatos.
    No estoy en condiciones de trabajar y no he podido ir a la huelga, pero he ido a la manifestación programada para los 18:30 horas. Considero La reforma laboral es
    Ahora no puedo continuar, pero lo haré dentro de unas tres horas.
    Un saludo

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  5. Lo siento, pero han pasado mucho más de tres horas. Entonces iba a explicar que no solo fui a la huelga para protestar por la Reforma Laboral que, en realidad, no me afecta. Fui, aunque os parezca extraño, como protesta a todo el sistema.

    Muchas gracias. Un saludo.

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  6. Gracias Juliana por tus comentarios y estoy de acuerdo contigo, por eso creo que tanto o más importantes han sido las manifestaciones que la propia huelga en si misma.

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