martes, 12 de mayo de 2015

La lideresa.

Más claro, el agua.  Esperanza Aguirre lo podía haber dicho más alto pero no más claro, afirmando hace unos días en un programa de televisión que los famosos sobres circularon durante años por la cúpula de su partido menos para Gallardón –defenestrado por este-, y ella misma. A la misma vez que se ha sabido que la buena señora visitó la redacción de El Mundo, justo el día antes de que este publicara el tan manido tema. ¿Casualidades?

Esto que ya no causa asombro para casi nadie,  sí que debería resultar preocupante cuando tales declaraciones las hace,  nada menos,  que la candidata a la alcaldía de la capital de España y con el currículum que, a sus espaldas, soporta la lideresa del PP madrileño. En una situación tan caótica como la que se encuentra su partido, inmerso en innumerables casos de corrupción al más alto nivel y ante el carácter crónico de una crisis consecuencia de las políticas practicadas por el mismo desde su posición de gobierno ¿qué es lo que pretende Esperanza Aguirre echando todavía más leña al asunto?

Aguirre nunca se fue de la política. Decepcionada por su fracaso en el intento por alcanzar la presidencia de su partido se apartó de la primera línea pero,  en realidad,  quizá lo que haya estado esperando fuera una nueva oportunidad, un momento favorable para lograr esa ansiada presidencia y por ende la de España.  Es obvio que una persona con un ego en tal autoestima no se va a conformar con la alcaldía de una villa, por muy capital de España que se trate y así lo lleva manifestando desde que inició su particular campaña electoral, reafirmándose a sí misma y aprovechando cualquier momento para postularse a responsabilidades muchos mayores.

La sensación que produce todo esto es que Esperanza Aguirre parece dispuesta a apostar al todo o casi nada y me quedo con Madrid. Su partido se desmorona y a ella, a sus 63 años, tampoco le queda demasiado tiempo como para sentarse a esperar cómo pasa el cadáver de su enemigo, en este caso, el mismísimo Mariano Rajoy. De ahí que este rescatando en sus continuas apariciones públicas en esta campaña electoral a toda la vieja guardia del partido marginada en buena parte por este, la que representa su ala más dura y permitiéndose también hacer continuos guiños a Ciudadanos por su izquierda más cercana e incluso a Vox por su derecha más rancia y visceral o lo que es lo mismo, ofreciendo su alma al mismísimo diablo con tal de conseguir sus objetivos.

Aguirre sabe muy bien que con su imagen paternalista de ricachona de pueblo, ultra católica, ultra nacionalista y máximo exponente del populismo más recalcitrante, cuenta con centenares de miles de adeptos que le seguirían hasta el fin de los mares. Incluso, como ya lo ha hecho, participando en manifestaciones delante de pancartas aborreciendo al propio Rajoy  y siendo un chinato permanente en su pie. Por sorprendente que parezca, al fin y al cabo, creen en ella a pie juntillas sin cuestionarla de la misma manera que otros añoran a Pinochet en Chile, los soviets en la antigua URSS o a Franco en España. Y encontrando también entre muchos de los más desfavorecidos por la crisis un importante caldo de cultivo donde recabar votos como ocurre entre la ultra derecha europea de nuestro entorno.

De no ser así, resulta inadmisible la credibilidad de una mujer que lleva toda su vida en política, que ha estado y está inmersa en una vorágine de corrupción sin precedentes en la historia de nuestra democracia –recientemente han vuelto a descubrirse entramados en lo que aparece involucrada ella y su familia directamente en casos de presumible prevaricación fiscal e inmobiliaria-,  y que, incluso a pesar de todo ello, se anima a acusar sin el más mínimo pudor o recato, a cualquier contrincante electoral por cuestiones o faltas mucho menos trascendentes de las cometidas por ella misma, su entorno más directo o su partido. Llegando incluso a afirmar de manera chocante y ante la sorpresa de propios y extraños cuando en ningún caso ha sido así planteado ante la justicia, que fue ella quien desenmascaró el caso Gürtel, la mayor trama de financiación ilegal de un partido, el suyo, que ha conocido la joven democracia española.


Su particular episodio, perseguida por las calles de la capital de España por varias unidades de la policía local después de protagonizar un incidente con esta, hasta la misma puerta de su casa-palacio y aparecer como si tal cosa ante las autoridades y la propia justicia, envalentonada y saliendo indemne del caso –al menos por el momento-, cuando lo normal es que cualquier otro ciudadano hubiera dado con sus huesos en primer lugar en el calabozo y más tarde con una sanción de muy señor mío, pasará a los anales de la ciencia política.

La contumaz lideresa, se reivindica de manera constante como desconocedora de todo cuanto pasaba a su alrededor y en los máximos órganos del Partido Popular -lo que demostraría en todo caso un grado de incompetencia supino-, incluso dice no conocer al propio Bárcenas, gerente y tesorero del mismo durante años y habiendo compartido sede y oficinas otros tantos años en el mismo edificio como si este del Empire State se tratase. Dice no saber ni haberse interesado nunca por el origen y contenido de las monumentales obras que se hacían en esa misma sede, –aunque solo fuera por curiosidad -, mostrando un grado de incredulidad en cualquier caso fuera de lo común en una persona de su talla, que ha gozado de los más altos cargos de responsabilidad –ministra, senadora y presidenta desde hace años del partido en Madrid-, que, en todo caso, ha compartido instalaciones durante toda su vida profesional con todos los máximos responsables del Partido Popular.

La tradicionalmente escasa capacidad autocrítica de la parte conservadora del tablero político, trae consigo en España que a la derecha del mismo, el número de formaciones políticas con cierta representatividad sea muy inferior que los quedan  a la izquierda de este. Y Esperanza Aguirre, que lo sabe, sabe jugar muy buen esa baza para con sus declaraciones mantenerse siempre en candelero, de tal modo que siga gozando de la incondicionalidad de su electorado y de la familiaridad de buena parte del resto de ese reducido espectro.

Si Esperanza Aguirre logra su objetivo, que no  parece otro que el de resquebrajar lo suficiente su partido para llevarse por delante lo que quede de Mariano Rajoy, tendría un buen número de papeletas para encabezar el mismo y postularse con posibilidades ante el electorado a liderar no solo este sí no incluso el gobierno de España. Y cuanto más meritorio aún, al contrario de lo que están haciendo otros de sus compañeros de viaje –algunos presidente autonómicos como es el caso de José A. Monago, por ejemplo-, sin tener que renegar de las siglas de su partido.

Y si lo consigue, estaríamos ante un caso tan extraordinario de perseverancia y tenacidad digno de estudio en los anales de la política y, entre otras muchas cosas, el más relevante de populismo que haya conocido la historia de España. Tanto en lo que le toca a la obstinada lideresa como por la ingenua credulidad de sus electores.



2 comentarios:

  1. Yo no me la creo. Me parece uno de los ejemplares políticos más cuestionables y sospechosos de todos los que he conocido en mi vida. Aunque ella misma presume de que la hemeroteca no la deja en evidencia, antes al contrario, se pueden apreciar continuas contradicciones y cambios de opinión según sople el viento.

    Parece decidida a desligarse del PP e ir de santa, lo que le funcionará con su legión de acólitos descerebrados y feligreses de pura cepa, pero tales movimientos e intervenciones públicas deberían causar "miedo" en el electorado. Eso de "todos cobraban sobres menos yo" no se lo cree nadie, porque no es creíble.

    ¿Me va a decir que todo el mundo estaba con los sobrecitos de un lado para otro y ella no sabía nada? ¿O que si lo sabía no quiso cobrar? No faltarán personas que quieran creerla, obviar sus atropellos y sus frases míticas, como la de que los "mendigos estorban", pero cualquier ciudadano con dos dedos de frente sabe lo que tiene que hacer.

    Si esta mujer llega a la presidencia de España algún día, seré de los primeros en emigrar. A tal punto llega mi rechazo a su figura. De lideresa nada, más quisiera; se me ocurren mejores títulos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pero, por muy disparatado que nos parezca, la realidad es que la señora cuenta con centenares de miles de acólitos seguidores que van a votarle a otra vez y a ponerle en bandeja la alcaldía y saber que más, de la mismísima capital de España.

      Atentos.

      Eliminar