martes, 19 de mayo de 2015

Los jóvenes que se van o que nunca se fueron.

Seguimos en campaña electoral y los políticos se siguen metiendo en charcos, casi sin venir a cuento.

Eso le ha pasado a Mariano Rajoy días atrás cuando no se le ha ocurrido decir otra cosa que solo se han marchado de España, desde que empezó esta puñetera crisis, poco más de 24.000 jóvenes. Y, ante tamaño dislate, todo el aparato de propaganda de su partido, a diez días vistas de un difícil compromiso en las urnas, ha tenido que salir en tromba a sacarle del atolladero. Y para eso, nada mejor que las manidas cifras que bien se pueden leer como uno quiera o, mejor hubiera sido el caso, ni siquiera leerlas.

Efectivamente, Rajoy tiene razón cuando dice que hay “oficialmente” 24.638 jóvenes españoles en el extranjero –algunos más ya, por su voluntad de votar-, lo que y eso es lo que no sabemos, es si el presidente del gobierno es consciente de lo que ha dicho o alguien, muy malintencionadamente, se lo ha pasado para que lo dijera. Claro, en lo particular se podría entender porque mientras cualquier mortal conoce hoy en día a personas que tienen a un hijo, un sobrino, o un conocido que se ha marchado al extranjero “a ganarse la vida”, en el entorno del presidente, si acaso, sabrá de alguno que se haya ido de Erasmus o a estudiar a una universidad privada. 

La realidad es que esos veintitantos mil que le han contado a Rajoy, son solo los jóvenes que se han censados en las respectivas embajadas españolas en todos los países del mundo. Que es algo que hacen muy pocos –según incluso  el propio Instituto Nacional de la Juventud-, debido a que es un procedimiento complicado y que, en realidad, no sirve para nada, escasamente solo para votar en las elecciones autonómicas y generales en España. 

Uno, que tiene a su hijo viviendo fuera de España casi dos años y medio ya, a efectos legales podría decirse que había dejado de existir en nuestro país desde el día que se fue –o simplemente no había ninguna constancia de si estaba aquí, fuera o quién sabe dónde-, ya que de hecho no hay ningun registro ni ningún español tiene que fichar en ninguna parte cuando se marcha a trabajar al extranjero. Hasta hace apenas unos meses que decidió inscribirse en el censo de la embajada española en Londres, precisamente, cara a su intención de votar en estas próximas elecciones. Que, por cierto, esa es otra historia digna de contar.

Y es que, por si alguien todavía no se ha enterado, con esto del voto por correo, durante la pasada legislatura y de mutuo acuerdo PP y PSOE, aprobaron una nueva normativa para los españoles residentes en el extranjero que complicaba, de manera exagerada, los trámites para participar en las contiendas electorales. El motivo, evitar un supuesto fraude, mientras que el voto por correo dentro de España se seguía manteniendo del mismo modo. Difícil de entender y por no pensar mal, supongo que sería la idea de alguno de estos iluminados que les da, sin ton ni son, por eso de legislar. El procedimiento es tan enrevesado y complejo que cuando muchos de los jóvenes –esos que dice el gobierno que no existen-, que iban a ejercer su derecho por primera vez, han tenido que desistir del mismo y se han producido numerosas quejas ante las embajadas españolas. Hasta los hay que sospechan que el proceso se ha puesto todavía más dificultoso de lo que marca la propia ley para evitar que los jóvenes emigrados puedan ejercer su derecho por aquello de suponer a quién irán a votar.

En cualquier caso, los trámites para censarse como residente en el extranjero, además de casi inútil, pueden resultar muy costosos. En el caso del Reino Unido, los españoles que quieran inscribirse en dicho censo, tienen que personarse físicamente  –con cita previa-, en la embajada de Londres y, como es lógico, dentro de un horario restringido. Si quieren hacerlo por correo deberán abonar unas elevadas tasas, con lo cual, la inmensa mayoría de los emigrados no tienen el mayor interés en inscribirse en ese registro que es el que nos da la cifra oficial de residentes españoles en el extranjero y que son las que ha presentado el presidente del gobierno en el Parlamento.

La mejor manera para conocer estos datos de manera más fidedigna y ya que en España no puede existir un registro al respecto, es mirar en la oficinas o departamentos de inmigración de los países de destino ya que es donde han de inscribirse los que van llegando para poder tener acceso al mercado laboral. 

En el caso del Reino Unido que es ahora el que mejor conocemos por razones obvias, se trataría de instituciones como la Oficina Nacional de Estadística Británica (ONS) o el NIN –National Insurance Number-, donde, conforme a la gráfica y solo hasta el año 2013, podemos ver como hasta 2010 la cifra de españoles que van entrando en R.U. se mantiene estable, alrededor de las 10.000 personas anuales, mientras que es a partir de ese año cuando comienza a crecer de manera más que sensible. 

La mayoría de estos recién llegados al Reino Unido son jóvenes –un concepto que según el propio INE y la sociología moderna dice no poderse delimitar fácilmente, en especial en coyunturas de crisis como la actual-, con un buen nivel de estudios y representaban ya a  finales de 2013, el 2º contingente más importante por número de inmigrados, detrás de los procedentes de Polonia.

Aunque todavía no han salido los datos de 2014, si se ha mantenido –lo más lógico-, el ritmo de crecimiento, las estimaciones nos dicen que al Reino Unido habrá emigrado más de 150.000 españoles desde 2009. Para que nos hagamos una idea más, solo en Bristol, una ciudad del oeste de Inglaterra próxima al millón de habitantes, se estima que los españoles forman una colonia de unas 12.000 personas, por lo que resulta más que evidente que solo los residentes en el Reino Unido superan con creces los que decía el presidente. 

Lo peor de todo es que esta tónica no parece que vaya a cambiar. Una crisis de carácter crónico como la actual, un modelo laboral basado en la precariedad y salarios en el entorno de la pobreza, hace que la mayor parte de los jóvenes tengan asumido que se marcharán de España en cuanto terminen sus estudios en busca de un trabajo digno. Al menos, eso es lo que dice el informe elaborado por la universidad de Cambridge y que publicaba ayer el Diario HOY. Según esta, en un trabajo realizado por la misma en el que analiza la realidad social española en un arco entre los 16 y 24 años, el 84 % de estos jóvenes tienen asumido que tendrán que salir de España para ganarse dignamente la vida y el 61 % de todos ellos tienen poca o ninguna confianza en el futuro del país. 

Que la oposición en la Parlamento haya exagerado el tema está por ver, según los criterios que se establezcan. Según la U.E. el concepto de joven se alarga hasta los 35 años en los planes de empleo mientras que en España es solo hasta los 30. El que se incluya o no, a los hijos de antiguos inmigrantes que hayan nacido, estudiado y formado en España y haya o no que tenerlos en cuenta es también un criterio hasta con connotaciones ideológicas. Pero, al fin y al cabo si estamos dispuestos a nacionalizar a un futbolista para cubrir una plaza en un equipo de élite, no sé yo por que no habrá que tenerse en cuenta a los que, de hecho, han nacido en España y no sean futbolistas de profesión.  

Lo que sí que no ha necesitado la oposición, tal y como arremeten los populares y mucho menos el INE es incluir dentro de ese medio millón a los erasmus de otros países europeos que vienen a cursar sus estudios en España. El INE identifica como residentes emigrados solo a aquellas personas que hayan permanecido en territorio español como residentes habituales y evidentemente los estudiantes no tienen tal consideración ya que solo pasan en España unos pocos meses. Pero esto es un efecto colateral de las próximas elecciones y no se merece más comentarios.

Pero, de ahí, a que él mismísimo presidente del gobierno de España, desde su puesto de máxima responsabilidad, haya cometido semejante patinazo ante tantas certezas y evidencias, por decirlo de la forma más suave posible, clama al cielo. Tanto o más como cuando la ministra de trabajo –que por cierto no ha trabajado nunca más allá de la política-, se le ocurrió decir aquello de la “movilidad exterior”.

Y lo de la propaganda que ha venido detrás, pues no podemos decir más que… seguimos en campaña electoral.

Fuentes: INE, Diario HOY, Diario El País, Wikipedia, Bristolenos.com, ONS, NIN, INJUVE.



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