Y si España va bien… los españoles ¿también?

Ahora, en plena campaña electoral, por una parte el gobierno del Partido Popular se atribuye para sí los parabienes del buen estado de la economía española. Por contra, el resto de contendientes en la misma, afirman justamente lo contrario. ¿Realmente la economía española va bien? ¿Los ciudadanos, verdaderamente vamos mejor?

Hace mucho tiempo que aprendimos que la estadística es la ciencia de la mentira. Es decir, la estadística dice que si Ud. gana un millón y yo gano cero, cada uno ganamos medio millón. Pero la realidad no es esa, la realidad es que Ud. gana en verdad el millón mientras yo sigo a dos velas.

Pues eso, más o menos, es lo que está ocurriendo en España y, por lo  general, en toda Europa. Por recurrir a otro ejemplo: mi buen amigo Pepe me decía que había visto en esa cada vez más determinante caja tonta de la televisión, que aparecían comercios de las grandes superficies que aseguraban que las ventas navideñas crecían con respecto a las del pasado año. Y probablemente sea cierto. Lo vemos en Badajoz, donde el CC El Faro, el único centro comercial de la ciudad en el extrarradio de la misma, es un ir y venir de clientes que se agolpan de forma masiva prestos a dar debida cuenta de sus compras. Sin embargo el comercio tradicional, en especial el de las barriadas no deja de ver como sus ventas se encuentran estancadas, cuando no siguen a la baja o, en el mejor de los casos, su mejoría es imperceptible. Es obvio, si la población no aumenta, si los ingresos de esta tampoco lo hacen y la competencia aflora en forma de gigante comercial, ese singular perfil del consumidor hará que focalice sus compras en dicho centro, en menosprecio del  resto de establecimientos.

Hasta hace 20 años, en toda Europa y desde el final de la 2° Guerra Mundial, se entendía el progreso como el del bien común de todos los ciudadanos. España se sumó a esa corriente con la llegada de la democracia intentando desarrollar en nuestro ámbito buena parte de ese estado del bienestar que, en el resto del continente, se había asentado con la intención de evitar que volvieran a darse las condiciones que dieron lugar a aquella guerra.

Pero ese modelo parece haber sido denostado. Bajo el insistente mantra del “crecimiento perpetuo”, quizá, la mayor evidencia de ello es que desde el inicio de la crisis, los clasificados como ricos son cada vez más ricos aumentando los desequilibrios con el resto de clases. Los informes al respecto de Intermón Oxfam son demoledores en este sentido. Lindezas como que, tras los últimos años, casi la mitad de la riqueza mundial está ya en manos solo del 1% de la población o que el 10 % de la población del planeta posee ya el 86 % de sus recursos, enumeran una tras otra el mismo. En el caso de España las 20 personas más ricas tienen ahora los mismos ingresos que el 20 % de la población más pobre y se ha publicado ya, numerosas veces por activa y pasiva en todos los medios de comunicación, que desde que la crisis diera su pistoletazo de salida, el salario de la alta dirección de las grandes compañías de nuestro país ha seguido creciendo hasta límites indecentes –en ocasiones  más de 1.000 veces superior entre el más alto y el más bajo de la misma empresa-, mientras los salarios de la mayor parte de los trabajadores y los ingresos de autónomos y pequeñas empresas vienen cayendo de forma sistemática.

En definitiva, en los tiempos que vivimos y conforme a la doctrina liberal, es perfectamente posible compatibilizar el crecimiento de España con un estancamiento del poder adquisitivo del grueso de los ciudadanos.  Es obvio que, desde el pensamiento liberal y sin ningún otro miramiento, es mejor un salario de 300 € mensuales aun con una jornada laboral sin determinar, que el desempleo o cualquier otro tipo de subsidio. De hecho, no se oculta en los lobbies de las grandes asociaciones empresariales que esta cuestión es un referente menor en su modelo económico y laboral ya que esto conlleva una mayor competitividad y por ende una mejor optimización de los beneficios.

Es lo que se ha dado en llamar “la achinización” de la sociedad, por aquello que no hay mayor ejemplo que el caso del gigante del lejano oriente. Mientras China es, hoy por hoy en muchas facetas, la primera potencia económica, industrial y comercial de todo el planeta, buena parte de su población sobrevive en condiciones absolutamente precarias, propias de otras épocas.

Para terminar, recurramos de nuevo a esa magnífica definición del capitalismo actual que ha dado el Papa Francisco, buen ejemplo de todo esto: “El capitalismo se basa en que, con lo que rebosa del vaso, la sociedad pervive. El problema de hoy es que el vaso se hace cada vez más grande y no rebosa nunca”.