Qué tiempos los de aquellos días

Recuerdo cuando andaba por Madrid, en aquellos tiempos de la Transición, como mi brigada me decía: "Como se nota Pozueco, tú El País y yo el ABC". Esperaba con ganas las editoriales de Juan Luis Cebrián o los artículos de economía de Joaquín Estefanía que, más tarde, sería también director del diario. Cómo se puede cambiar tanto. Lo de Estefanía sigue teniendo un pase pero lo de Cebrián es como lo de Felipe González, quién los ha visto y quién los ve.

El primero con un sueldo millonario, multimillonario en pesetas que no se nos olvide, al frente de PRISA -aunque solo se trate, al fin y al cabo de un asalariado, en manos de un conocido grupo inversor-, despidiendo empleados a tutiplén y pagando jornales de miseria a los nuevos periodistas. Hasta donde llegará el caso que El País ya ha sido denunciado en alguna ocasión por especular con los becarios.

Del otro, de Isidoro con chaqueta de pana a ex-presidente del gobierno con un plus de prepotencia y superioridad que para sí lo quisieran aquellos qué él mismo tanto defenestraba cuando era socialista y obrero, antes de haber tirado por el retrete la "S" y la "O" de las siglas de su partido.

Por eso, la línea editorial que ha tomado, desde hace no muchos años, El País poniendo tierra de por medio de todo aquello que preconizaba en aquellos tiempos, aquel modelo social y económico basado en la solidaridad entre las personas, ha acabado abrazando este otro endiablado basado en el cortoplacismo y el dinero rápido. Eso que unos llaman el "tanto tienes, tanto vales" y otros, de forma más académica: "el pensamiento único".

Ayer, rizando el rizo de su viaje a lo más reaccionario, se manifestaba abiertamente en contra de que el PSOE pregunte a sus militantes su política de pactos cara a un posible gobierno de la nación. Cosas de la vida cuando no hace mucho tiempo que el mismo diario aplaudía la consulta a sus bases del SPD, su homólogo alemán, con vistas a su posible coalición con la formación conservadora de Ángela Merkel.

Al margen de cualquier otra consideración, despreciar de esa forma el acto más fundamental y básico de la democracia, como es una consulta popular, supone una respuesta envenenada y que censura de forma arbitraria el ejercicio de la misma. Y que más bien da la sensación que los plutócratas de este país siguen empeñados en negar la mayor al pueblo con tal de mantener su status a toda costa, henchido de intereses bastardos. No en vano en algunos medios de comunicación y algunos de los voceras más reconocidos de la caverna política y mediática han venido a calificar de negligente la decisión tomada por la ciudadanía en las pasadas elecciones generales, casi tachando de ignorante a la misma.

Bien le valdría a un denostado PSOE, hacer valer sus principios fundamentales dejando de lado la actitud de sus "barones" -curioso título para aquellos que se autodenominan republicanos y socialistas-, y encomendarse a la decisión de sus bases, antes que estas acaben dándole definitivamente la espalda por su contumaz irreverencia.