domingo, 19 de junio de 2016

Manipular, desinformar y distraer: la crisis de la prensa

Hace solo unos días en el diario HOY de Extremadura aparecía en su sección de cartas al director una misiva en la que se criticaba con dureza la continua presencia de Pablo Iglesias y Pablo Echenique en actos de partido y diferentes eventos con fines electorales cuando a su vez siguen manteniendo su escaño como eurodiputados y la correspondiente percepción de emolumentos por ello mientras no ejercen en la práctica como tales. Lo que pudiera haber sido abiertamente motivo de las citadas críticas en el caso de que esto fuera cierto pero la realidad es que los dos conocidos políticos renunciaron a su correspondiente asiento en Bruselas en Octubre del pasado año para centrarse en las sucesivas campañas electorales.

Sin entrar a enjuiciar las intenciones del firmante, lo que resulta verdaderamente significativo es que los responsables de dicha sección del diario no advirtieran el error y hayan  publicado el escrito con los previsibles prejuicios que podría causar en la opinión de los lectores ante lo que es una información falsa.

“Informar, enseñar y entretener”, el celebérrimo slogan de la BBC, ha sido la enseña durante décadas de lo que debería ser la profesión periodística. Sin embargo a la crisis económica que ha sacudido todos los sectores de la industria, en el caso de los medios de comunicación en general y de la prensa en particular, hay que añadirle su propia crisis que ha traído como consecuencia la desaparición de muchos periódicos impresos y mantiene al borde del colapso a otros muchos. Varios motivos podrían señalarse al respecto pero de manera muy especial son dos de ellos los que han provocado el revés más importante a la prensa escrita. Por un lado la dificultad de su adaptación a la era digital y de otro la pérdida de su veracidad informativa, del que este último es el motivo del presente artículo.

“Ciudadano Kane”, la mítica obra de Orson Wells, producida en 1941 y considerada por muchos como la mejor película de todos los tiempos, nos cuenta la historia de un magnate de la prensa que inició su carrera en pos del servicio a la comunidad para ir evolucionando a lo largo de su vida hasta las antípodas de sus principios obsesionado por un cada vez más excepcional poder.


El magnate que inspiró la obra de Wells era William Randolph Hearst, uno de los editores más importantes de la prensa norteamericana  del SXX y uno de las mayores exponentes de la historia del periodismo sensacionalista. Hearst desde su privilegiada posición –llegó a ser propietario de un amplio abanico de periódicos repartidos por todo el país-, intentó valerse de los recursos y las posibilidades de sus medios de comunicación no solo para enriquecerse si no para poder manipular la propia historia estadounidense con el fin de obtener beneficios ulteriores. Entre otros muchos destacan sus conocidos intereses en México durante la revolución de ese país de 1910 y anteriormente en el caso de la guerra de Cuba a la que empujó a los Estados Unidos contra España con el objetivo de que sus periódicos tuvieran las exclusivas procedentes de la misma. Su ambición alcanzó límites insospechados y le llevó hasta la política pero aunque no consiguiera en esta los resultados deseados siguió influyendo en la misma hasta el fin de sus días.

Entre el modelo de la BBC y el de Hearst parece que es este último el que ha calado más profundamente en los grandes emporios de comunicación que controlan el mercado español y europeo.  De hecho, buena parte de estos han dejado de estar en manos de periodistas –aunque Hearst también lo fuera-, para estar controlados en su accionariado por grupos financieros a los que poco o nada importa más allá de su rentabilidad en el corto plazo. Lo que pudiera llegar a ser entendible en otros casos del ámbito empresarial, el problema de los medios de comunicación es que, tal como demostrara Hearst, pueden manipular la historia propia y ajena en su propio beneficio o el de terceros, sin mediar en las consecuencias para cualquier otro grupo de población.

Es precisamente ahora en el Reino Unido, cuando la BBC está pasando sus peores momentos en el intento de desestabilizar la misma para impedir que mantenga su modelo de independencia del poder político, donde estamos presenciando uno de los episodios más siniestros de los recursos de este denominado “Cuarto Poder”. La prensa británica se ha caracterizado desde hace tiempo por su fácil inclinación al amarillismo en todos los campos con el fin de aumentar sus ventas a costa de todo tipo de frivolidades. Sin embargo desde que estallará la actual crisis económica cuyas consecuencias están volviendo a dar rienda suelta a los instintos más bajos del ser humano, la búsqueda de un chivo expiatorio por parte de la población más desfavorecida ante la incapacidad o desinterés de la clase política para aliviarle sus cada vez mayores problemas y tal como ocurriera tras la Gran Depresión en Alemania y algunos de sus países  satélites, está volviendo a recaer en esa parte de la ciudadanía que de uno u otro modo presenta signos diferenciadores del resto como son “los inmigrantes”.

De lo que no media justificación alguna en un país que se ha significado siempre por su carácter cosmopolita y que cuenta con unas tasas de desempleo que apenas si superan el 6 % -impensables por ejemplo en toda la historia de España desde que existen registros de ello-, pero que en vez de aliviar los medios de comunicación, influyendo de manera sensible dado el cariz que iban tomando los acontecimientos, no solo no lo han hecho sí no que diarios de calado lo han venido alimentando, probablemente con algún interés más allá que el de aumentar sus tiradas,  con artículos inventados y portadas malintencionadas como aquellas en la que  se da por hecho la incorporación inmediata de Turquía a la UE y la consiguiente invasión de decenas de millones de turcos de tierras británicas.

Nunca puede ser criticable que cada medio de comunicación conforme a su línea editorial o la libertad de sus redactores ejerzan de manera pública su derecho a opinar sobre cualquier tema. Pero lo que parece haberse perdido es el afán por la veracidad, por la autenticidad, por el mero ejercicio de no publicar una información hasta que ésta no haya quedado debidamente contrastada. Se diría que se ha renunciado a ese aspecto profesional que requiere y debe exigirse al trabajo periodístico y del que ya de por sí carecen estrepitosamente las redes sociales que de manera simbiótica para muchos le parecen estar suplantando. Y lo peor de todo que esta falta de rigor no parece causa de dicha falta de profesionalidad sí no de intereses espurios.

Por último, no he pretendido en este artículo poner en duda la credibilidad del diario HOY ante lo dicho en la carta que le hado pie. Es más me gustaría creer que dicho error aún por flagrante no sea más que el resultado de una dejación del responsable de la publicación del mismo. Pero no es menos cierto que nos encontramos en un momento difícil de nuestra historia reciente y son los medios, en virtud a la extraordinaria responsabilidad que les compete, los que deberían apostar por encima de todo precisamente por eso: por su credibilidad.

4 comentarios:

  1. Esto tiene fácil arreglo, y es no consumir telediarios y similares. Lo cierto es que, como bien indicas, la tarea de informar ha dejado paso a la tarea de vender, y ya se nota bastante en el hecho de que muchos telediarios tienen más anuncios que noticias. Y no solo de propaganda política.

    No obstante, es la consecuencia lógica de toda relación laboral: el que informa trabaja para el que le paga. Así, en muchos casos se recurre a la mentira o a las medias verdades, para vender y para manipular. Aunque la información se demuestre falsa días después, ya habrá cumplido su función, la de hacer dudar y causar ruido.

    Pero por suerte o por desgracia, como digo, soy uno de esos que ya no ve las noticias. Tampoco leo periódicos. Me voy enterando de las cosas de otras maneras, de múltiples fuentes, y poco a poco saco mis conclusiones. De todas formas, muchos medios de comunicación recurren en exceso a redes como Twitter. Yo no tengo tiempo para escuchar muñecos, el mundo está en juego.

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  2. En este país ahora mismo y cada día mas hay mas periodistas que noticias y hay que " mantener " el puesto de trabajo sea como sea. Saludos

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  3. Respondiendo a ambos, es cierto que en España hay muchos periodistas en el paro. De hecho, mi hijo lo es y tuvo que emigrar de España por ello. Y la mayoría de los que hoy se incorporan al mercado laboral están en unas condiciones paupérrimas. Es obvio pues que tendrán que "tragar con carros y carretas" y aguantar hasta las mal llamadas "ruedas de prensa" cuando éstas no no conllevan preguntas y respuestas.

    Pero que, en cualquier caso, el problema va más allá del mero hecho de aumentar una tirada en el periódico que se trate o la audiencia en la tv o la radio. Creo que los medios de comunicación, en especial los más importantes y del mismo modo que actúan buena parte de las redes sociales, pretenden jugar un papel decisorio en la sociedad y resulta claro su intento de manipulación constante para hacernos creer que el mundo es tal cual es, que no se puede hacer otra cosa, que intentar cambiar será desastroso y que cualquier tiempo pasado fue peor.

    Un intento interesado que busca el mantenimiento de ese desenfrenado modelo social y económico que beneficia a unos pocos a costa del esfuerzo de otros muchos.

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  4. Totalmente de acuerdo con vosotros. Estamos en un mundo incalificable, que necesita con urgencia ser modificado.

    Un saludo

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