lunes, 2 de octubre de 2017

Patrias y banderas

Recuerdo mis últimos años de instituto, cuando me planteaba la disquisición de creer o no creer. Por aquellos entonces, en los estertores del franquismo, un sacerdote que profesaba la asignatura de religión, con los ojos casi fuera de sus orbitas voz en grito, nos señalaba a algunos acusándonos de ¡demócratas! Más tarde tuve otro que sin embargo era un cura estupendo y con el que mantuve “sesudos” debates  acerca de mis dudas existenciales. Cuando la conversación llegaba a un extremo, aquel buen hombre atiborrado por tantas preguntas y aserciones sin la más mínima prueba empírica, no le quedaba más remedio que decir aquello de: “Hijo, eso es dogma de fe, si te lo quieres creer te lo crees y si no…”

Nadie podía imaginar que aquel treintañero apostado en la cervecería Sterneckerbräu de Múnich en un mitin del Partido Obrero Alemán, tras lanzar su primera y sorpresiva arenga, se acabaría convirtiendo no solo en el líder del mismo si no que incluso llegaría a alcanzar la cancillería alemana. Aquel joven se llamaba Adolf Hitler y no había acudido allí de motu proprio si no que, curiosamente, había sido enviado a espiar al partido por orden de la policía, creyendo que se trataba de un nuevo partido de corte socialista. Nada más lejos de ello, el que más tarde se constituiría en el partido nazi alemán, era una formación nacionalista surgida tras la derrota de Alemania en la Gran Guerra. Después, la excepcional verborrea de Hitler, el extraordinario aparato de propaganda de su partido, las onerosas sanciones del Tratado de Versalles y por último la Gran Depresión de los 30, acabarían constituyendo un magnífico caldo de cultivo para que la vehemencia nacionalista terminara alumbrando la 2ª. Guerra Mundial.

Nacionalismo y religión. Probablemente, si echáramos mano de estas dos cuestiones, estaríamos ante los dos argumentos que más escenarios de violencia han desatado en la historia de la humanidad. No hay que escarbar mucho en el tiempo para dar prueba de ello en nuestro entorno próximo. Basta trasladarnos hasta la década de los 90 del siglo pasado a los Balcanes, para comprobar como la irracionalidad fruto de la exacerbación de unos sentimientos casi románticos, lejos de cualquier pragmatismo, y entre los que se hallan la patria y sus símbolos –banderas, escudos e himnos-, puede terminar en un inusitado episodio de violencia extrema. Tal como en el caso de las religiones cuando vemos personas quemarse a lo bonzo o como un yihadista es capaz de enfundarse un cinturón de explosivos  para arrancarle la vida a un grupo de pretendidos infieles a costa de sacrificar la suya propia. Y todo por un sitio en el paraíso.

Decía Einstein que el nacionalismo es como una enfermedad infantil, el sarampión de la humanidad. Y no andaba falto de razón. Lo estamos presenciando ahora en España donde la incapacidad de afrontar semejante dolencia desde la cordura, hace que millones de personas se dejen arrastrar por el desenfreno. Henos aquí en un nuevo episodio de la historia donde la culpa es del otro, desde aquellos que se enfrentan a las fuerzas de seguridad a esos que las jalean de manera temeraria.

No, no voy a hablar hoy tampoco de Cataluña, aunque no sea menos cierto que a aquellos que reclaman dialogo, por encima de mezquinos intereses electorales, unos les llaman traidores mientras los otros les tachan de cobardes.



6 comentarios:

  1. Los nacionalismos y las identidades son un engaño, un artilugio para esclavizarnos, para ocultar los verdaderos problemas que tiene, en estos momentos, la Humanidad. ¿Será posible que todo lo que está sucediendo nos haga reaccionar?

    Un saludo

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    1. Es difícil Juliana o al menos no es fácil que todo esto que esta ocurriendo en Cataluña, en España o en el mundo en todas y cada una de sus facetas pueda ser digerido debidamente por la gente.

      El poder juega siempre con ventaja ya que tiene en sus manos los grandes medios de comunicación de masas -ahora a su servicio también las redes sociales-, que en su conjunto son al fin y al cabo los que mediatizan a la opinión pública en una dirección u otra además de utilizar unos u otros temas, como en el caso del nacionalismo donde se recurre encima al terreno emocional,para seguir "haciendo de su capa un sayo".

      Afortunadamente gracias también a esas mismas redes sociales y a medios independientes que gracias igualmente a los avances de internet pueden sostenerse sin inversiones excesivas, es posible recabar otros puntos de vista y otras informaciones imprescindibles para hacerse una idea de esa realidad que está pasando tan distante del poder establecido.

      Pero aun creciente, los de este segundo supuesto siguen siendo minoría, por lo que es muy difícil en el corto o medio plazo que la situación pueda cambiar.

      Un saludo.

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  2. Siempre he entendido las fronteras como los cercos, para separar rebaños. Me sorprende la estulticia del vulgo, dejándose llevar por cosas que no cambiarán absolutamente nada a largo plazo. Lo único que sí conseguirán es originar un polvorín y causar sufrimiento gratuito. Hay que ser chorlitos para creerse todas estas patrañas y pensar que en la división hay algún tipo de fuerza. La fuerza se consigue arrimando el hombro y trabajando por el bien de todos, no salir por patas.

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    1. Es elemental Óscar, pero todavía queda un largo camino por recorrer en ese sentido. Y eso que, como decía antes, gracias a algunos medios independientes, internet y en la parte positiva de las redes sociales, se ha abierto un extraordinario abanico de opciones para aquel que quiera conocer la verdad. Y a partir de ahí, tenga la capacidad propia de decidir. Que no se quede solo en el titular, dicho de otra manera. Pero es un proceso largo, sin duda. Por lo general se suele dar una interpretación simplista -lo estamos viendo desde hace tiempo con la cuestión catalana-, que lo que resulta es más interesada que real pero a fuerza de repetirla crea "un poso" y de ahí que estemos donde estemos.

      Un saludo.

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  3. Dicen ·" divide y vencerás " pues eso . los nacionalismos , todos , dividen , separan , enfrentan y no es difícil de adivinar a quienes benefician las divisiones y los enfrentamientos ¿ o no ? saludos cordiales

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    1. Es evidente a quién beneficia. Creo que hoy se está creando un grado de crispación a costa de enardecer a las masas, de una parte y otra, que resulta ya peligroso. Es un sentimiento irracional, facilmente manipulable, como de hecho se está haciendo, así que veremos a ver en que queda todo esto.

      Un saludo

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