Un año más TI, Transparencia
Internacional, ha publicado su estudio sobre el
Índice
de percepción de la corrupción en los
diferentes estados de todo el mundo que, aunque su metodología
despierte ciertas dudas, es el más reconocido en líneas generales.
En el mismo, España
ha subido un puesto pero sigue estando entre los de la cola de la
U.E.y, en cualquier caso, lejos de los primeros lugares que vienen a
ocupar los de casi siempre, Dinamarca, Finlandia, etc.
Aunque ningún país quede libre de
sospecha, lo que por otra parte habrá de resultar obvio, cada caso
merecería un análisis particular en función de su tradiciones,
usos y costumbres, al margen de la conocida tendencia del ser humano
por la avaricia y la codicia, platos estos difícilmente conciliables
con lo que debe ser la vocación por la política. Por poner algún
ejemplo, en el caso italiano son las diferentes mafias italianas las
que representan ese elemento diferenciador, tal como puedan serlo en
EE.UU. los intereses y capacidades de las grandes corporaciones
industriales. En el caso de España, ese rasgo que identifica el
problema de la corrupción de manera especial es posible que haya que
buscarlo por una parte en el legado del anterior régimen sobre una
forma de hacer política y de otra la extraordinaria estructura, muy
por encima de sus posibilidades, de los principales partidos
políticos.
Cuando en la primera mitad de la década
de los 70 parecía evidente que la dictadura no perdudaría mucho más
allá de la muerte de Franco -especialmente tras el atentado y
asesinato del delfín del general, el almirante
Carrero Blanco-, la plutocracia y los tecnócratas del régimen
que habían sostenido al mismo durante tanto tiempo empezaron a tomar
posiciones ante la inminente venida de un nuevo modelo de Estado. Así
fue, cuando después de la muerte del general la democracia comenzó
a abrirse paso a pesar de la encarnizada oposición del núcleo duro
del franquismo, como acabó apareciendo de entre sus ruinas la
singular y popular figura del “demócrata de toda la vida”.
Los nuevos demócratas “de toda la
vida”, procedían en su mayor parte de la clase dominante así como
de protegidos de la misma dispuestos a mantener su status a toda
costa tras la muerte de Franco. La camarilla
política del régimen estaba presta en la agonía del mismo a
mantener sus atributos más allá del fin de la dictadura, aún a
fuerza de amenazas y, probablemente, fuera este el motivo por lo que
la transición a la democracia se tradujera como una reforma y no
como una ruptura, lo que ha acabado determinando buena parte de la
salud institucional de este país. Una consecuencia más de eso que
se ha dado en llamar “franquismo
sociológico", o el fruto de casi cuatro
décadas de persistencia de un régimen autocrático que, como en
otros casos similares, necesitaba sustentarse en tres pilares
fundamentales, la censura, la manipulación y el miedo que le
permitieran perpetuarse en el tiempo. De hecho, todavía al día de
hoy, casi cuarenta años después de la muerte del dictador ,las
críticas al franquismo no dejan de producir cierto pudor en buena
parte de la sociedad española -la Ley de Memoria Histórica es buen
ejemplo de ello-, ahora que, además, parece este reverdecer viejos
laureles a causa de la duración y profundidad de la crisis actual.
De una manera u otra, buena parte de la
clase política bien en lo personal o desde las propias instituciones
-consecuencia de su estructura, reglamentos y su propia operativa-,
ha mantenido y sigue manteniendo un claro alejamiento de la realidad
de la calle y con ello de la realidad social de los ciudadanos.
Prueba de esto es la restringida facultad del pueblo cara a su
participación en la vida política del país, quedando reducida en
la práctica a las convocatorias electorales y donde la posibilidad
de consultas populares vía referéndum esta casi descartada al
contrario que en otras democracias avanzadas. De ahí ese clamor en
favor de una democracia mucho más participativa en los últimos
tiempos desde movimientos ciudadanos que como el 15M intentan romper
definitivamente con ese legado.
Por otra parte las extraordinarias
estructuras que en torno suyo han creado los partidos políticos, muy
especialmente PP y PSOE, suponen tales costes que es imposible su
mantenimiento solamente con las aportaciones de sus afiliados y de
las subvenciones públicas propiciadas por sus resultados
electorales. Es aquí donde aparece esa controvertida figura del
donante que, en el caso español, la ley impide que se conozca su
identidad y el volumen de su aportación. Dada la actual situación y
el agravio comparativo que ello supone para con el resto de la
ciudadanía, la mayoría de los grupos políticos han aprobado
recientemente una nueva normativa al respecto que, aunque parece
corregir ciertos desmanes, lo cierto es que sigue
poniendo en evidencia la arbitrariedad e impunidad con la que cuentan
los partidos políticos.
Consecuencia de dicha legislación y de
las citadas mega-estructuras partidistas, no es de extrañar que los
numerosos casos de corrupción en todos los niveles del área
política español sean consecuencia de sus necesidades de
financiación y que, en su caso, para los que queden al descubierto
se propicien chivos expiatorios que sean los que, a cambio de un
suculento botín, hayan asumido el riesgo y ventura de la operación.
De ahí que estos casos se den con asiduidad por todo lo ancho y
largo de la geografía nacional, especialmente durante los años de
la burbuja inmobiliaria donde la sabida proliferación del dinero
negro en la construcción favorecía a ambas partes. Por una a las
constructoras haciendo su agosto a cosa de los conocidos “pelotazos
urbanísticos” y de otra a los partidos prevaricando en favor de
las mismas a costa del suelo público.
Si a esto añadimos la inutilidad de
numerosas instituciones, auténticos cementerios de elefantes para
políticos cuyo mantenimiento resulta más el fruto de un premio a
sus servicios prestados al partido que por su verdadera utilidad
pública, como son los casos más flagrantes del Senado
y las Diputaciones Provinciales y las
particularidades de sus condiciones salariales, no es de extrañar
el grado
de insatisfacción para con la clase política de la ciudadanía
máxime en un entorno de crisis sistémica como el actual.
En definitiva, de no mediar la clara
voluntad popular de exigir su activa participación en las decisiones
políticas de calado a través de una mayor flexibilidad cara a las
iniciativas populares y las necesarias convocatorias de referéndum y
de no mediar una legislación que elimine la opacidad existente en
las cuentas de los partidos políticos, mediante normas que exijan
del mismo modo la mayor transparencia, difícilmente podrá la nación
española superar el cáncer que para una democracia que se precie
constituyen los continuos casos de corrupción en buena parte de los
estamentos públicos de este país.
“Una gran democracia debe progresar o
pronto dejará de ser grande o democracia” (Theodore Roosevelt)
La culpa al final es del sistema, lo que pasa es que el sistema lo hacen las personas. A diferencia de otros países de nuestro entorno más cercano, por ejemplo Reino Unido o Alemania, nuestra cultura se fundamente en la picaresca. Aquí el que puede meter mano o saltarse alguna norma, lo hace y encima se jacta de ello, cosa que no resulta tan pasmosamente evidente en otras naciones.
ResponderEliminar¿De dónde viene esto? No es el franquismo el responsable, ni la herencia republicana. Si acaso, la época del Lazarillo de Tormes, doctrina bien aprendida y practicada por las gentes españolas. Insisto, la picaresca.
De ahí que la urdimbre política de España demuestre tantas carencias y nos deje tan a menudo en ridículo, gobernados por una caterva de maleantes y burros vestidos de traje. Es la paradoja de la democracia, que hasta "los malvados y poco honorables tienen derecho a gestionar las vidas de los buenos y honrados". Y, en esto estoy muy de acuerdo, el pueblo tiene que posicionarse en contra de los abusos y los trapicheos, que no son de recibo en una democracia del siglo XXI.
Un saludo ;).
Es posible que tengas razón Oscar, pero sería triste admitir que estamos ante un problema de idiosincrasia histórica de todo un pueblo. Si esto es así, que como te digo quizá tengas parte de razón, ya es hora de evolucionar del mismo modo que lo hemos hecho en otras cosas.
EliminarEn cualquier caso, hoy tenemos la cultura suficiente -muy a pesar de algunos-,y así lo hemos demostrado en otras cuestiones para que ese mismo pueblo se rebele y actue de forma decidida para cambiar tan lamentable situación.
Que así sea.
Un saludo.
Para mí es del todo obvio que los partidos políticos han sido comprados por los capitalistas, léase banqueros y grandes empresarios. Por eso son impunes para hacer y deshacer a su antojo. Los poderes públicos están al servicio del capital, en detrimento de la población.
ResponderEliminarPara comprar hay que vender, y aún siendo evidente lo que dices Lorenzo, lo que viene a demostrar es la baja ralea de esta clase, tanto que se ha dado en llamar "la casta política".
EliminarDe ahí que siempre diga que es la hora de la política con mayúsculas y lástima que no haya políticos -a la vista está que ni en España ni en el resto de Europa-, que en verdad esten a la altura de lo que pueblo precisa y demanda.
Un saludo.
Al menos en España (sucede lo mismo en otros países) la democracia representativa no es democracia. Ahora es una dictadura al servicio de los "mercados" (financiero, de servicios y de mercancias), una plutocracia. Es urgente revertir el estado en que nos encontramos, más vale confundirse que no hacer nada. A veces pienso, en una legión de mosquitos haciendo la vida imposible a un elefante; hacen falta muchos mosquitos.
ResponderEliminarSí, sí que hacen falta mosquitos. Pero no sería la primera vez que es el pueblo el que encabeza una revolución. Y no es preciso, ni mucho menos, que para ello haya que recurrir a la fuerza de las armas. La calle, la desobediencia civil y sobre todo la firme, decidida y voluntad mayoritaria de la ciudadanía, deberían provocar un cambio radical en el orden de las cosas.
EliminarUn saludo.
te recomiento que veas el video de Annie, es muy cortito y vale la pena, es mejor The Story of Stuff (La Historia de las cosas) - YouTube
ResponderEliminareste video está muy bien, por qué resume lo que está pasando en nuestra sociedad, también refleja lo que dice Jo, Lorenzo Garrido, en su comentario anterios. Unos mandan y otros obecen, no hay más historia que esa, el final todos lo sabemos si no hacemos algo para cambiarlo, lo de los mosquitos...
ResponderEliminarNo lo conocía, lo he visto y, francamente, está muy, pero que muy bien -lástima que la narradora hable tan deprisa-, ya que hace una descripción bastante correcta de la realidad de lo que está pasando en la sociedad actual, aunque sea desde la óptica USA. Además, presenta otras alternativas claras y fiables. Sí, muy interesante.
EliminarYa puestos, creo que podría interesarte mi siguiente artículo que viene bastante a cuento con todo esto.
Espero tus comentarios al respecto.
Un saludo y gracias.