La
historia de la nación española a lo largo de los últimos cien años
ha tenido un devenir distinto al del
resto de sus vecinos centroeuropeos hasta su integración de pleno en
el ámbito de la CEE, la actual Unión Europea, en 1985. Sin duda, el
hecho que ha marcado esa desavenencia histórica de forma más
evidente fue el resultado del golpe militar de 1936 y la instauración
de un régimen totalitario, de claro carácter autárquico en lo
económico –al menos hasta la década de los 60-, que mantuvo a
España al margen de buena parte de las instituciones europeas hasta,
prácticamente, su desaparición con la muerte del general Franco en
1975.
Antes
de eso, la proclamación de la República
Española
en 1931 marcaba un hito histórico en cuanto a progreso en un país
eminentemente rural que, en la práctica, no había tenido su
revolución
industrial,
en el mismo tiempo y forma que otros países lo que mantenía sumido al mismo en un atraso impropio de la época,
dadas sus proporciones y el grado de desarrollo del resto de los
países del norte y centro de Europa. Desgraciadamente, las
repercusiones de la Gran Depresión también se hicieron sentir de
manera sensible en la sociedad española lo que añadido al
enquistamiento de la alta burguesía y gran parte de la cúpula
militar que no estaban dispuestas a perder su enormes privilegios,
acabo constituyendo para el conjunto del estado una auténtica
pesadilla que fue radicalizando las posiciones hasta la asonada de
aquel fatídico 18 de Julio de 1936.
No
obstante y a pesar de todas las trabas, durante la república, se
intentaron poner en marcha una serie de medidas en lo económico
encaminadas a la modernización y una mejor distribución de los
recursos, como la subida de salarios a la clase trabajadora, la
reforma agraria, etc. Sin embargo ese mismo contexto, en lo
internacional, no era favorable a muchos de estos cambios ya que una
parte de los servicios básicos estaban en manos de compañías
extranjeras, como era el caso de las comunicaciones y los transportes
públicos que veían la posibilidad –aunque nunca se diera-, de una
posible nacionalización de los mismos. Lamentablemente la posterior
historiografía franquista, durante todo su largo recorrido, ocultó
interesadamente todas estas realidades e hizo perdurar la idea de que
la república había sido un periodo pernicioso para la sociedad
española por cuanto su exacerbación del comunismo más radical,
cosa nada más lejos de la realidad ya que durante el periodo
republicano se fueron alternando gobiernos liberales y
socialdemócratas mientras que el partido comunista, precisamente,
apenas si tuvo repercusión durante el mismo. Solo acabaría
alcanzando protagonismo después, durante la guerra, fruto de la
radicalización propia de tales circunstancias. Sin duda, fue la
aversión y la repulsa más extrema a las reformas de esa clase
dominante la que acabaría provocando que el rechazo social de las
clases más desfavorecidas, mayoritarias en la esfera española,
diera como resultado una situación extremadamente convulsa que
acabaría soliviantando a la primera hasta desembocar en la Guerra
Civil.
Una
vez acabada la guerra se inicia, en lo económico, un periodo al que
se le ha dado en llamar “la autarquía franquista”. Este se
prolongaría hasta la promulgación del Plan
Nacional de Estabilización Económica
en 1959, aunque podríamos decir que es en la primera mitad de esa
década cuando empieza a atisbarse un cierto interés en un nuevo
modelo, por parte de algunos tecnócratas que habían arribado al
gobierno en esos años. Pero esos casi 20
años de paralización de la economía,
en especial desde el final de la guerra hasta principios de los 50 y
en medio de una represión política sin límites –la cifra podría
andar por encima de las 100.000 muertes, víctimas de ejecuciones
sumarias, inanición en las cárceles y campos de concentración o
simple arbitrariedad, coartando todo deseo de iniciativa política o
económica al margen de lo estrictamente establecido-, que acabaría
tachando a la dictadura franquista como la más sanguinaria del
occidente europeo en el SXX, además de marcar un retraso
extraordinario con respecto a sus vecinos europeos. Tanto, que hasta
principios de los 50 no se volvería alcanzar el nivel de producción
industrial, ya de por si muy bajo, de la década republicana.
La
autarquía franquista se basaba en la idea de autosuficiencia
económica de España
inspirada dentro de ese concepto de exaltación del patriotismo que
tanto se hartó de proclamar el régimen durante su larga
trayectoria. Sin embargo, en 1953 con la firma del acuerdo para la
ubicación de bases norteamericanas en suelo español dado el interés
de los EE.UU. por urdir un segundo frente a una posible ofensiva
terrestre de las fuerzas del Pacto de Varsovia en plena Guerra Fría,
comenzaron a llegar las primeras partidas de ayudas del país
norteamericano, de las que tan necesitadas estaba la economía
española. Es aquí donde comienza un cierto periodo liberalizador
pero que, consecuencia de una deficitaria balanza de pagos no pudo
evitar que a finales de la década el país se encontrara al borde de
la suspensión de pagos. Por eso, en 1959, y gracias a la entrada en
el gobierno de nuevos tecnócratas del Opus Dei en sustitución de
los antiguos miembros de la Falange que habían sintonizado hasta
entonces con las ideas fascistas,
es cuando se aprueba el citado plan de estabilización con la
intención de propiciar una interrelación económica con el exterior
y permitir así el avance y desarrollo de la producción interna
dentro del ámbito de la economía de mercado tal como se venía
haciendo en el resto de los países de Europa occidental desde el fin
de la 2ª. Guerra Mundial.
Desde
ese momento y hasta la llegada de la Crisis
del petroleo de 1973,
España dio un importante salto cualitativo en lo que se refiere a su
desarrollo económico, aunque las rigideces del régimen acabaron
propiciando que las consecuencias de esa crisis fueran especialmente
más virulentas en España que en los países de su entorno al
ponerse en evidencia algunos errores de calado de un modelo económico
al que se acabó denominando “el
desarrrollismo español ”.
Casi de puntillas y sin el pleno consentimiento del General Franco,
aferrado al nacional-catolicismo,
a su particular obsesión por esa supuesta conspiración
judeo-masónico-comunista
que acechaba a la nación española y veía asomar
por todas partes,
el plan de estabilización comenzó a dar sus pasos aprovechando el
crédito de más de 500 millones de dólares que a tal efecto y del
que el reciente amigo norteamericano le correspondería buena parte,
auspiciaron el FMI y la OECE (la actual OCDE).
La historia me encanta, y con tus artículos consigues que disfrute todavía más de ella. Pero lo mejor de todo es que estas letras tan bien estructuradas sirven de base para entender los problemas con los que nos enfrentamos hoy en día.
ResponderEliminarEl franquismo, por ejemplo, demuestra que regímenes opuestos pueden colaborar por intereses económicos. Porque fue precisamente USA quién defendió a España, una dictadura atrasada, ante el refulgente occidente democrático. Cualquier precio era admisible con tal de montar esas bases y extender su influencia más allá de tierras yanquis.
Mientras la población se aferra a unos ideales más o menos delimitados, los poderes económicos y políticos hacen y deshacen a su antojo sin hacerle ascos a nada. Mientras el vulgo se mata por ser de izquierdas o de derechas, los poderosos se hacen con el control y subyugan a ambos bandos. Todos salen perdiendo, menos aquellos que tienen el dedo en el gatillo.
Un saludo.
Muchas gracias Oscar
EliminarComo ves esa es, dicho con toda la modestia, la intención de este blog. Documentar y justificar de forma razonada, en base a los antecedentes históricos, el porqué y cómo de los acontecimientos de hoy en día.
En cuanto a lo que refieres más explicitamente en relación al artículo hay infinidad de casos que podrían servir de ejemplo a esa extraña paradoja por la que podemos encontrarnos, por ejemplo, imágenes con el Rey Juan Carlos saludando efusivamente nada menos que a Sadam Hussein o a José Mª. Aznar recibiendo regalos de un tal... Muamar Gadafi. Y así a lo largo y ancho de todo el mundo. Esa es la grandeza y miseria a la vez de la democracia.
Espero que te guste la segunda parte del artículo.
Un saludo.
Buena parte de los problemas actuales se deben a que los partidos políticos están comprados, han pasado a formar parte de la cadena de negocios de una élite criminal. Esta élite ha comprado los medios de comunicación y los partidos políticos, todo incluido en el mismo paquete. Ahora se disponen a repartirse los servicios del Estado para hacer negocio con ellos; a costa, claro está, de la gente. Y hasta que la población no se dé cuenta de este embrollo, no avanzaremos. Los parásitos del sistema (leáse, los banqueros y multinacionales) continuarán chupándonos la sangre.
ResponderEliminarVerdaderamente Lorenzo, se puede decir más alto pero no más claro. Pero más que un embrollo, si cabe, una honda preocupación por ese nuevo modelo de sociedad que, a la vista de los acontecimientos y no mediar nada encontra, está por llegar.
ResponderEliminarUn saludo.
La historia no es mi fuerte, por eso siempre que te leo aprendo mucho más de lo que esperaba.
ResponderEliminarUn saludo
Gracias Juliana. Espero que te guste la segunda parte.
ResponderEliminarSaludos.