Un año más la Diada –que conmemora la caída de Barcelona en manos de las tropas borbónicas durante la Guerra de Sucesión Española en 1714 y la posterior derogación de las instituciones catalanas-, viene a ser motivo de controversia entre el gobierno central y el de Cataluña. Sin duda, esta gravísima crisis económica que asola nuestro país desde hace años viene a ser aún más motivo de desafección política entre ambas partes al intentar hacer un uso partidista e interesado de un sentimiento en beneficio y detrimento de cada una de las mismas. Sin embargo, una vez más, el pueblo parece sobreponerse a tales injurias y una vez más demuestra que, por encima de dichos intereses partidistas, están sus sentimientos y sus voluntades. Y así ha vuelto a demostrarlo el pueblo catalán otro once de Septiembre.
Nadie, en pleno SXXI y dentro de un orden democrático, puede
poner en tela de juicio el perfecto derecho de un pueblo a reivindicar de forma
pública y pacífica su libre emancipación. En este contexto, varios miles de años de
avatares históricos de la humanidad, certifican que el deseo de un pueblo de caminar
de forma independiente, desgranándose de otro estado sin tener que depender de
manera forzada de este, ha dado otras tantas formas a la cartografía de todo el
planeta. Un fenómeno que viene dándose
en la historia de la humanidad desde el principio de los tiempos y que sigue y
seguirá ocurriendo a lo largo y ancho de todo el mundo desde entonces. Nada más
que hay que echar un vistazo al mapa europeo de los últimos veinte años para
ver como este ha cambiado de forma más que sensible desde entonces. Y todo esto
al margen de que pudieran alegarse cuestiones históricas para ello ya que
exactamente tiene el mismo derecho el que otrora gozara del privilegio de esa
libertad como aquel que puede obtenerlo por primera vez, ya que cuando hablamos
de dicho sentimiento no cabe otra cosa que entenderlo desde un marco atemporal.
De ahí que, en el caso de Cataluña, poco deba importarnos en general –por mucho
que se debata el argumento-, si Cataluña fue alguna vez o no un Estado, entre
otras cosas porque ese mismo concepto de Estado ha ido evolucionando a través
de los tiempos.
Otra cosa muy distinta es la manipulación que desde
diferentes frentes interesados se viene haciendo del caso. Más aún cuando este
trasciende a lo mediático y determinados medios de comunicación intentan jugar
su rol de forma malintencionada en el asunto. Valga decir que la cuestión
nacionalista ha traído en ocasiones caudalosos ríos de sangre –ahí tenemos el
caso de las recientes Guerras de los Balcanes o del Cáucaso-, pero no es menos
cierto que cuando la intransigencia y la vehemencia ha quedado aparcada y los
buenos deseos y el sentido común ha imperado por las partes, otros muchos
procesos se han resuelto por la vía diplomática sin mayores excesos. Por tanto
el que ese marco geopolítico de la península ibérica volviera a modificarse por
enésima vez en los últimos dos mil años no dejaría de ser una etapa más de su dilatada
historia.
Por tanto es más que lamentable escuchar todo tipo de
afirmaciones, a cual más singular, tremenda y hasta despótica si cabe, como las
del ministro de turno diciendo que por mucha mayoría social que lo pretendiese jamás podría tener el pueblo
catalán derecho a un referéndum al respecto. Alusiones absurdas a “la mayoría
silenciosa” –eso sí que resulta una malévola observación por parte del
diciente, sobre todo cuando es arte y parte de un gobierno al que, según todas
las encuestas, la mayoría del pueblo le vuelve la espalda-, y del otro lado como
el máximo responsable del ensayo se pierde en dimes y diretes, viéndose
sobrepasado por una marea humana que él nunca presagió cuando utilizo dicho
sentimiento para ocultar sus políticas de austeridad y severos recortes con tan
negativas como dramáticas repercusiones en el pueblo catalán.
Lástima que, una vez más, la refriega y el arte de los
mensajeros, han calado en buena parte de la opinión pública y con expresiones
como “destruir España” en la portada de uno de los diarios de mayor tirada,
están azuzando un enfrentamiento por completo injustificado y que ya está
causando estragos con la irrupción de grupos violentos. Una vuelta de tuerca
más al espíritu patrio representado en
la “centinela de occidente”, una grande y libre aunque nunca supiéramos que
teníamos que guardar y ni fuéramos grandes ni libres. España, como tantas otras
naciones es una amalgama de gentes, distribuidas por un desigual entorno
geográfico y con idiosincrasias muy diferentes. Ello ni ha de implicar que tengan
que cabalgar, por los siglos de los siglos, unidas o desunidas, será lo que
cada pueblo quiera y cuando lo considere oportuno dentro del respeto mutuo.
Más de veinte siglos de historia nos dan la razón, por lo
que todo lo demás solo servirá para enmarañar la realidad. Una realidad hoy
distorsionada en beneficio de cada una de las partes dispuestas a tapar sus
miserias con cualquier alevoso argumento y aunque ello signifique un estropicio
más que añadir a su larga carrera de dislates, desde que esta maldita crisis
destapara sus vilezas.
A mí no me gustaría que Cataluña se escindiera de España
pero tampoco soy nadie para decidir su destino. Lo que si tengo meridianamente
claro es que seguir metiendo la cabeza debajo del ala y esperar a que descampe,
no es el mejor remedio –amén del interés partidista de unos y otros-, para dar debida
respuesta a un secreto a voces desde hace decenios. Hoy, hay muchos modelos de
estado que podrían hacer encajar un variopinto territorio como el español respetando
cada una de sus identidades y de mucha
mejor manera que este entramado que coció la Transición –con su permanente
ruido de sables de fondo-, a lo que llamamos la España de las Autonomías. Pero para
eso habrá que tener la firme voluntad de hacerlo y derogar o cambiar tantas
leyes como sea preciso. De no haber sido así en la historia aún andaríamos ente
pieles de osos y bajos techos de fría piedra.
“Nadie combate la
libertad; a lo sumo combate la libertad de los demás. La libertad ha existido
siempre, pero unas veces como privilegio de algunos, otras veces como derecho
de todos.” (Karl Marx)
Excelente artículo, poco que añadir.
ResponderEliminarMuchas gracias Lorenzo, un saludo
EliminarGran artículo J. Felipe,
ResponderEliminarLo cierto es que a ambas derechas nacionalistas (PP-CiU) y a sus voceros mediáticos les ha ido muy bien azuzando el anticatalanismo y el antiespañolismo. Ellos son los principales responsables de esta situación, pero no los únicos (Bono, Ibarra, Guerra...)
Sólo espero que la maldad que subyace tras su necedad no termine en males mayores y sufrimiento.
El País se muere, urge una democracia real y no esta plutocracia mafiosa que sufrimos.
Urge una auténtica transición.
Si yo pudiera escoger, creo que navegaría en la "Balsa de Piedra" de Saramago.
Un Abrazo compañero